Esgrima histórica: mi nuevo hobbie

O cómo llevar la documentación demasiado lejos… y que te encante

Todo empezó en la Lit Con del año pasado, en la charla La espada contra la pluma: duelos y combates. Allí, la Escuela de Esgrima Francisco de Ettenhard mostró espadas y sus características. También escenificaron fragmentos de La princesa prometida de William Goldman y El elfo oscuro de R. A. Salvatore y demostraron lo que se puede y no se puede hacer frente a la imaginación del escritor.

El caso es que fue toda una rebelación porque me di cuenta de que ¡ninguna de las escenas de lucha con espada que había escrito en la novela que estaba corrigiendo valían un pimiento! Así que me dije: «Déborah, tienes que ahondar más en esto».

Asomando la cabeza en una clase de esgrima histórica

Me había dado calor solo de verles, con esas máscaras y las chaquetillas de manga larga en pleno verano. Yo sufro muchísimo con el calor, así que en principio no concebía practicarla, solo nutrirme de los conocimientos de la escuela. Y es que ellos se basan en documentos históricos para enseñar la esgrima. Así que contacté con ellos y me dijeron que no había problema en que me pasara por una clase e hiciera todas las preguntas que quisiera.

Decidí que, ya que tenía que reescribir las escenas, mejor innovar un poco. En todos los libros usan espadas medievales, así que decidí que en el mío irían más de mosqueteros de que caballeros. Y en la clase de espada ropera me planté, libreta en mano para apuntar terminología y lo que estaban haciendo.

Pero claro, una vez allí, vi que, en realidad, tampoco se ponen las caretas todo el tiempo, que descansan cuando les viene bien… Vamos, que pensé que a lo mejor podía hacerlo yo también a pesar de mis calores. Luego me dejaron coger las armas y ya estaba enganchada, así que fui directa al curso de iniciación.

Superando el curso de iniciación

El curso de iniciación lo disfruté mucho. Allí aprendes a moverte y a manejar la espada, la terminología y, en general, todo lo básico.

Y, para que no haya dudas: es un deporte muy completo. Todos los días acabo con agujetas. Reconozco que tengo tan poca fuerza en los brazos que al principio tenía que cambiar de mano constantemente, aunque en general los ejercicios hay que hacerlos con la diestra porque los manuales de destreza no están hechos para zurdos. No obstante, poco a poco fui aguantando más (ayudó hacer pesas en casa) y, cuando acabé el curso de iniciación, me quedé con la zurda, porque lucho más cómoda con ella.

Mis primeros combates

Antes de que acabara este primer curso ya me había agenciado el material de protección básico (protector de pecho, guantes, careta y chaquetilla), una ligera espada ropera de concha preciosísima y una daga. Porque sí, también se aprende a luchar con dos armas (una larga y otra corta, porque dos largas no es viable) y, aunque parezca increíble, se me da mejor luchar con espada y daga que solo con espada. O, al menos, me siento más cómoda con ambas

Pero, volviendo al tema, hasta que no acabó el curso de iniciación, no empezamos a enfrentarnos a otros compañeros (y, al principio, no nos dejaban tirar con todos). Al principio no me enteraba de nada: me daban por todos los lados y, si conseguía dar a alguien, no tenía muy claro cómo lo había hecho. Luego, poco a poco fui enterándome un poco más y, aunque me seguían dando por todos los lados, por lo menos entendía por qué. Duelo a duelo vas mejorando y aprendiendo del contrario (increíble cómo la personalidad se refleja en nuestra forma de combatir), pero lo más importante es que es muy divertido.

Tanto, que acabé apuntándome al Reyno de Castilla, un evento donde, además de alguna clase magistral y los sorteos (me tocó mucho material de lectura sobre los Tercios), básicamente lo que haces es tirar con compañeros de otras salas. Y todos me dijeron que, para lo poco que llevaba, iba bastante bien, así que salí muy motivada ^^.

Atreviéndome con la espada medieval

En diciembre, aprovechando que tenía más libertad de horarios por las tardes y que ya había “desbloqueado” las clases de espada y broquel, decidí apuntarme a estas. Lo malo es que necesitas otro tipo de protecciones y es un desembolso considerable, además, es una forma de luchar completamente distinta y a veces me hago un poco de lío. Pero es divertido igualmente y no está de más aprender a luchar con armas distintas.

También me apunté al seminario de espada de mano y media (la espada medieval larga) y es otro mundo. Desde la forma de moverse hasta (obviamente) la forma de agarrar la espada. En todas me lo paso pipa, la verdad.

Peleándome… con los tratados de esgrima

Una parte importante de esta disciplina es la interpretación de tratados. Ya habíamos trabajado con el I33 en clases de esgrima medieval y es supercomplicado. Cada uno que lo lee interpreta una cosa distinta, lo que abre el debate. Yo también estaba leyendo algunos por mi cuenta, y durante el confinamiento por el Coronavirus nos mandaron un par: Las tretas de la vulgar y común esgrima de espada sola, y con armas dobles, que reprobó Luis Pacheco de Narvaez y las oposiciones que dispuso en verdadera destreza contra ellas (sí, ese es el título, imaginad el contenido) y Principios universales y reglas generales de la verdadera destreza del espadín. La verdad es que disfruto mucho también esta parte, porque es todo un reto a nivel intelectual descifrar lo que quieren decir ¡aunque algunos estén escritos en castellano!

Pero volviendo a lo literario… Algunas lecciones

Bueno, al margen de que la calidad de las escenas de lucha reescritas ha mejorado considerablemente, aunque solo sea porque tienen sentido y están escritas con los términos correctos, ahora sé muchas cosas que antes ni me planteaba.

Por ejemplo, ahora sé lo que se siente al empuñar un arma… y cuando te enfrentas a uno mucho más grande y experimentado que tú. He descubierto que la forma de luchar depende tanto del tipo de arma elegida como de la propia personalidad de los combatientes. Que las espadas pesan, pero los escudos más. O que limpiar tus armas es un pestiño, pero hay que hacerlo porque se oxidan en seguida si no las cuidas.

En cualquier caso, llegados a este punto, la literatura es lo de menos. He encontrado una actividad que combina mi pasión por la historia con mi pasión por las espadas, en la que, además, conozco a gente estupenda y para rematar ¡hago deporte!

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