El otro día escuché a una gurú de la productividad decir que tenía un truco para arañar minutos que consistía en tener una jarra de agua junto al ordenador en vez de un vaso para no perder tiempo en levantarse. Me horroriza ese consejo, porque la realidad es que, si quieres ser productivo, lo que debes hacer es todo lo contrario. Y además tu salud lo agradecerá.
Cuando planificas tu jornada, es mandatorio incorporar descansos. Parece una pérdida de tiempo, pero no lo es. Si no descansas, acabas saturándote y tu concentración se resiente, lo cual bajará tu productividad mucho y tardarás más en realizar tus tareas.
Para mí, lo ideal es hacer varios descansos cortitos cada veinte minutos, a lo mejor uno más largo cada más tiempo. La clave de la duración del descanso está en encontrar un equilibrio entre despejarte un poco pero sin salirte por completo de la tarea que estabas realizando (y por supuesto no aprovechar los descansos para empezar a procrastinar).
Además, el descanso no tiene que significar que levantes la vista de la pantalla y la pongas en otra. Olvida sacar el móvil: levántate al baño o a la cocina, estírate, mira de lejos, haz cualquier cosa que te saque de esa espiral de concentración y saturación. Así, consigues mejores resultados en tu trabajo, irás más rápido y además te sentirás mucho mejor.