¿Ahora qué hago con mi libro?

Ya he comentado alguna vez que estaba replanteándome muchas cosas con respecto al mundillo de la escritura. He entrado en una etapa en la que el «paso de promocionar mis libros porque se venden solos» ya no me vale. Quiero rentabilizarlos, quiero que lleguen a la gente. Pero tengo que hacerlo de forma estratégica, no puedo desperdiciar tiempo en algo que no me llena o no me renta lo suficiente.

No solo se trata de las obras que ya tengo en circulación, que me gustaría reactivar para darles una nueva vida aunque se siguen vendiendo gracias al boca-oído. También se trata de los proyectos que tengo finalizados y listos para publicarse, que ya han pasado por un proceso de corrección pagado de mi bolsillo.

En general, mi reacción inicial es lanzarme a la piscina de la autopublicación, como siempre. Luego empecé a plantearme si no estaba lanzándome a esa piscina porque es mi zona de confort. Porque sí, ya tengo los riesgos medidos y con ese sistema gano bastante pasta sin apenas esfuerzos. Salvo una inversión inicial en corrección que haré de todos modos, es muy fácil hacer una portada, maquetarlo, subirlo a Amazon y esperar a que se venda solo tras una mini-campaña de lanzamiento de gasto 0.

Mis libros no son best-sellers instantáneos, pero sí que son long-sellers, es decir, se siguen vendiendo diez años después gracias a las recomendaciones y, de vez en cuando, me llevo la sorpresa de verlos en el top de Amazon a pesar de que no doy la matraca por redes ni invierto en publicidad de ningún tipo. Es lo que tiene haberme labrado una buena marca personal, trabajar mis comunidades y aplicar bien mis conocimientos de marketing.

Pero, pensando fuera de la caja… ¿y si ese «lo subo y dejo que se venda solo» lo convirtiera en «lo subo e invierto un poco de tiempo y dinero en hacer una campaña profesional como Dios manda»? Es una opción a barajar. Más riesgo, pero un retorno sobre la inversión potencialmente mayor.

Saliendo de la autopublicación, si hablamos de editoriales, he tenido muy buenas experiencias con una editorial grande (Oberon libros) y malas experiencias con las editoriales pequeñas (tanto en la novela romántica como en distintas antologías), por lo que, si la editorial no tiene la suficiente fuerza, tiendo a desconfiar y me echa para atrás mandar mi manuscrito.

Pero claro, para las editoriales grandes, la que no tiene suficiente fuerza puedo ser yo si solo se fijan en números brutos. Tengo una comunidad de lectores sólida y vendo bien en ciertos círculos, pero soy una autora difícil de catalogar y, aunque soy influencer en el sentido literal del término (saco libro y se vende, recomiendo un libro y la gente lo añade a su wishlist), no tengo cifras espectaculares de seguidores.

Eso significa que las grandes no van a venir orgánicamente a mí, y que, si decido mandarles manuscrito, probablemente se quedará sin leer en medio de la infinidad de manuscritos que reciben a diario. Vamos, es un poco como lanzar piedras al aire intentando acertar a un pájaro.

Ahí es donde entra la figura del agente literario. Pero no conozco más que a unos pocos y parecen o demasiado inaccesibles o demasiado accesibles si sueltas pasta, y no sé lo suficiente de ellos como para decidir si mandarles algo o no, será una de las cosas que tengo que investigar.

También existe la opción de mandarlo a premios literarios, aunque hay demasiados comentarios sobre todo tipo de tongos y mi única experiencia mandando una novela a uno se saldó en tenerla retenida un año para que, después, dijeran que se habían recibido cientos de obras pero que el premio quedaba desierto. Así que no me acaba de convencer como opción.

Por último, hay otra opción que no había tenido en cuenta hasta ahora, pero que, en mi empeño por pensar fuera de la caja, ha entrado en mi radar: las plataformas de financiación y mecenazgo. No dejan de ser una opción cercana a la autopublicación, pero te proporcionan un alcance distinto y, además, reducen aún más los riesgos. Aunque tampoco sé mucho de ellas y tendré que investigarlas igual que a los agentes literarios.

¿Y a qué viene la entrada, a todo esto? No era para compartir mi experiencia en el mundo editorial y mi análisis DAFO en pocos párrafos. Es porque hay muchas opciones frente a mí y todas son fascinantes…

Así que me gustaría que me acompañaras en este viaje para tomar la decisión que más se ajuste a mis proyectos.

Mi idea es hacer varias entradas explicando todos los pros y contras de cada opción, así como resolviendo todas las dudas que me surjan preguntando a ChatGTP, buscando en Google o yendo directa a las fuentes (editores, agentes, autores que tengan experiencia con esas formas de publicación…).

Y vamos a centrar el tiro con solo una de mis obras, aunque ya os he comentado que me gustaría darles nueva vida a las que ya están publicadas y tengo más cosas en el cajón… Lo bueno es que la toma de decisiones, una vez que tenga toda la información disponible, la podré adaptar a cada uno de mis proyectos.

Se trata de mi última novela de fantasía, «No somos peones de los dioses». Un caso, además, delicado y muy tentador para irme a la autopublicación con tal de no comerme el tarro.

Según mis lectores 0, tanto los que leen habitualmente fantasía como los que no, es una de esas historias con potencial para petarlo. Mucho más que cualquier otra que tenga escrita, incluidas las que ya lo han petado.

La gracia del libro, no obstante, es su principal debilidad: es una historia que empieza con un viaje del héroe de corte clásico, pero una vez pasado el primer tercio de la trama se lo carga todo y se llena de sorpresas. Todos coinciden en que, si eliminara esa primera parte más estándar, eliminaría también ese «efecto wow» cuando de repente lo retuerzo todo. Pero conozco a suficientes lectores editoriales como para saber que, antes de llegar a la parte de viraje, catalogarían el libro como «un viaje del héroe bien escrito pero sin nada especial» y pasarían a otra novela, descartando esta.

En resumen, para decidir qué hago con mi libro tengo las siguientes opciones:

  • Subirla a una plataforma de mecenazgo, a ver qué pasa.
  • Mandarlo a editoriales, con la posible figura de un agente literario. O por mi cuenta, pero encontrando formas distintas de aproximarme a ellas que no sean mandar el manuscrito sin más.
  • Autopublicar, pero hacerlo bien, en plan profesional, con todo lo que eso conlleva.

A lo largo de los próximos meses, iré subiendo distintas entradas contando lo que vaya averiguando sobre cada una de esas opciones, a ver dónde conduce cada camino. Y luego, claro, iremos viendo qué me encaja mejor. ¿Qué os parece la idea?

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