Os habréis fijado en que esta web y todos mis blogs están plagados de dragoncitos. Firmo mis novelas con ellos, aparecen en los cantos de la edición papel de mis libros, he hecho sellos con ellos… ¡Están en todas partes! Muchos os preguntaréis por qué y en esta entrada os lo explico.
Simbolismo de los dragones
Siempre he sentido una gran afinidad con estas criaturas, y además su simbología me gusta. En general, significan poder, valor, conocimiento y fuerza, por lo que son las criaturas fantásticas que más me gustan. Además, muchas veces se les asocia con la custodia de grandes tesoros, riquezas que me gustaría atraer y acumular 😛.
Cierto que en occidente también se les asocia a cosas negativas, pero los míos son tan adorables que es imposible verlos desde un punto de vista siniestro.
El aburrimiento es lo que tiene
No me avergüenza confesar que me aburrí mucho durante mis años de universidad. En clase no aprendí nada, todos los conocimientos útiles que adquirí los saqué de libros y cursos externos a las propias asignaturas, donde repetían conceptos muy básicos y anticuados. Pero era obligatorio ir, así que me pasé horas matando el tedio escribiendo relatos cortos, haciendo sudokus y dibujando*.
Durante esas sesiones de dibujo con clases inútiles de fondo empecé a hacer los dragoncitos: eran dibujos pequeños y fáciles de esconder, lo que me permitía ocultarlos bajo el cuaderno cuando pasaba el profesor; parecía que tomaba apuntes.
Los dibujé tanto que casi los podía hacer con los ojos cerrados. Y adquirieron para mí nuevos significados: hay que ser paciente si quieres cumplir un objetivo, aunque el proceso te decepcione o sientas que pierdes el tiempo. Y el aburrimiento pasa.
*Ese comportamiento podría dejarme muy mal si no fuera porque estaba completamente justificado: cuando digo que las clases eran inútiles, no lo digo por decir. A pesar de que hacía de todo menos tomar apuntes, lo que estaba aprendiendo a base de cursos online de universidades americanas y de los libros, conocimientos mucho más profundos y actualizados que los que daban los profesores, muchos de los cuales no habían actualizado sus diapositivas en veinte años, me permitió sacarme la licenciatura con un Premio Extraordinario de Fin de Carrera.
Mis dedicatorias eran un poco cutres
Vale, eran y siguen siéndolo. Las musas me abandonan cuando tengo que dedicar un libro y encima tengo una letra enana y poco floreada. Me sentía un poco mal por hacerlas tan simplonas, así que un día dibujé un dragoncito a un lector y el siguiente de la cola me pidió otro. Poco a poco, se fue generalizando como parte de mi firma.
Cuando mis presentaciones empezaron a llenarse y tenía tantos libros para firmar que dejó de ser viable dibujarlos en todos, me hice mis famosos sellos con goma Milan y, en base a uno de esos sellos, que tenía que usar para todo, salió el dragón que uso más a menudo:

Al final, el dragón soy yo
El caso es que los dragoncitos hicieron tanta gracia a mis lectores que acabé incorporándolos, poco a poco, a muchos elementos de promoción. Y, como siempre acompañaban a mi firma en las dedicatorias, acabaron convirtiéndose en mi sello personal, por lo que no es de extrañar que plaguen la web y todos mis blogs.