Viaje a Egipto: consejos e impresiones

Por fin me atreví. Era el mejor momento. Todo el mundo iba en desbandada a Egipto, el viaje de mis sueños, y también el más inalcanzable hasta el momento. Cinco veces lo había tenido que retrasar: atentados, cambio de trabajo, rotura de pierna, pandemia, una vacuna. Así que me armé de valor y allá que me fui. 

Era un poco aterrador, claro. Una mujer sola en un país musulmán que no respeta a las mujeres y que tiene un alto nivel de riesgo. Y que, para qué engañarnos, acojona un poco incluso a los hombres. Pero bueno, pensé que en un viaje organizado con todo incluido estaría más segura, así que me apunté al más completo y al que tenía casi todo lo que quería.

Pero ¿sabéis qué? Aun así tenía razón al estar acojonada.

La sanidad y la higiene en Egipto

Hay hospitales privados, claro. ¿Puedes fiarte de ellos? Por suerte, no tuve la experiencia, pero no me habría gustado nada vivirla. Hay suciedad por todas partes, la higiene no forma parte de la experiencia.

Yo iba con el seguro obligatorio y otro opcional, pero ninguno cubría brotes de esclerosis múltiple, así que, si me hubiera dado, habría hecho lo que fuera para volver a casa y que no me trataran allí. La verdad, si me hubiera roto una pierna, también habría hecho lo mismo.

En cuanto a las vacunas, te recomiendan ponerte algunas, pero no son obligatorias. Yo no me las puse porque, por mi tratamiento, las vacunas de virus atenuado no me protegen de la enfermedad, sino que me la causan. Pero, si no tienes ese problema, te recomendaría ponerte todas las vacunas. Vistas las condiciones y los lugares por los que te mueves, por muy cinco estrellas que vayas, mejor no arriesgarte, porque allí puedes pillar cualquier cosa.

Literalmente, cualquier cosa. Yo me volví con una gastroenteritis tremenda y un resfriado (por suerte, no covid, pero algunos viajeros de mi grupo sí que dieron positivo). Menudo souvenir. Y eso que tuve todo el cuidado del mundo al comer: me lavaba los dientes con agua mineral, no tomaba nada crudo, ni ensaladas, ni nada que pudiera haber estado en contacto con agua rara. Me lavaba las manos constantemente, intentaba alejarme de los sitios más roñosos…

El agua mineral, por cierto, es mejor comprarla en sitios de confianza: el hotel, el barco o el autobús (casi todos los conductores tienen nevera y venden dos botellas pequeñas por 1€). Varios viajeros compraron el agua en comercios locales y se la dieron abierta (vamos, del grifo), cosas así. Aunque en un market de El Cairo consiguieron cuatro botellas grandes por 1€ y estaban bien. Pero lo más probable es que acabes en un hotel perdido del que no puedas salir a buscar una tienda y, realmente, no merece la pena pillar una gastroenteritis por ahorrarse unos céntimos.

Sea como sea, tanta precaución no sirvió de nada, acabé cayendo, como buena parte de los que viajaron conmigo, que sufrieron gastroenteritis, resfriados o ambas. Por suerte, aguanté casi todo el viaje más o menos entera.

Los nativos te amargarán el viaje

Está en su forma de ser. En cuanto pones un pie en su radio de acción, comienza el acoso. Ni siquiera funciona ignorarles, algunos hasta me zarandeaban para que les prestara atención. Te persiguen, y como muestres el más mínimo interés, estás perdido, porque solo estarás a salvo en el autobús. 

En algunos sitios, los menos, tienen la lección aprendida y gritan «Sin agobios», dejándote un poco más tranquilo. Sobra decir que esos fueron los que más vendieron.

Prepárate para soltar pasta por todo, hasta por hacer pis en baños asquerosos. Todo el mundo quiere propina, aunque tú ya hayas pagado propina. Por supuesto, aunque vayas con todo incluido encontrarás que hay excursiones opcionales cuya única alternativa es quedarse encerrado en un hotel o salir a las calles sin protección. Eso hay que asumirlo. Pero puedes ahorrarte disgustos si no dejas que te agarren el móvil para hacerte fotos, andando muy rápido y, cuando son niños los que te piden o intentan vender algo (trabajo infantil a la orden del día), darles caramelos o bolígrafos puede hacer que te dejen en paz.

Que lo entiendo, de verdad. He visto una gran pobreza y hambre. Tanta, que cuando volvíamos de Abu Simbel había una multitud pidiéndonos las bolsas con las sobras del desayuno (¿cómo van a dar de comer al caballo si no tienen qué comer ellos? a los pobres animales se les marcan las costillas, pero los humanos están igual, se te parte el corazón). Normal que se lancen al turista, que es quien tiene dinero, para intentar sacarle todo lo posible, aunque su forma de actuar sea contraproducente.

Si todo quedara en las calles, no sería tan grave. El problema es que en el barco también pasaba. Les dio por hacer figuritas con las toallas en las camas. Era un detalle gracioso y a lo mejor les habría dado propina (aunque según llegas te hacen apoquinar 65€ de propinas obligatorias, más 45€ para el guía) de no ser porque uno de ellos me persiguió a lo largo del pasillo diciendo que había una sorpresa e intentó meterse en mi habitación para que le diera dinero por la figurita que había montado. Me acojonó bastante: que un tío tenga la poca vergüenza de entrar en un camarote sin permiso para sacarle pasta al inquilino ya es malo, pero encima yo era una mujer sola. Puse el pie de tope en la puerta para que no la empujara más y le di con ella en las narices, sobra decir que ya no salí hasta que no le oí marcharse.

El de la tienda del barco tenía un producto penoso: como se me rompió la riñonera, me vendió un par de bolsitos y uno de ellos, al día de uso, se deshizo. Cuando fui a reclamarle, me echó la bronca por haberle metido peso. Solo llevaba dentro un teléfono. Además, hacían una fiesta árabe en la que intentaban que fueras disfrazado, pero no te avisaban hasta el último momento de que había que ir a cenar así para que tuvieras que comprarle a él. Evidentemente, me negué a comprarle nada y me hice un disfraz de mujer árabe con los fulares que tenía en la maleta (un gran consejo, lleva fulares: sirven para todo). La mayor parte de la gente fue vestida normal y pasó de la fiesta, obviamente.

En el hotel de El Cairo, el recepcionista del restaurante intentó estafarme con el cambio, y el hotel en general con las cenas también intentó colarme un pago extra. El primer día me dijeron que mi cena no estaba incluida. Les enseñé el programa, pero claro, ni papa de español. Pero al final logré pasar y me di cuenta de que no bajé el agua. Un circo para que me dieran una botella. Me dijeron que tres dólares por la pequeña. Les pedí que me cobraran en su moneda. Ya no eran 3$, sino 38,30 libras (un euro y mucho). Les di un billete de cincuenta libras. Cuarto de hora esperando porque no tienen cambio. Y vino el tío y me dio 10 libras. Cuando le dije que faltaba una libra con 70 y que la propina ya me la habían cobrado en la factura, más de media hora porque no tenía monedas. Cada poco, le veía asomarse, para ver si seguía allí y se las podía quedar. Y al final me dio 1,5, pero obviamente no le reclamé el resto. Mi tiempo vale más, y estaba claro que era una batalla que no iba a ganar.

Al día siguiente, aunque hablé con el representante de la agencia por la mañana para que no volviera a pasar lo de la cena y me dijo que no me preocupara, me volvieron a decir que no estaba incluida. Volví a insistir y me dejaron pasar, pero a la salida, en plan mafia, no me querían dejar salir si no pagaba las dos cenas, que al cambio venían a ser como 50€. En recepción también me exigieron el dinero y no querían saber nada, aunque les estaba enseñando el programa, donde ponía claramente que las cenas estaban incluidas. Llamé al guía y me dijo que eso no era cosa suya. 

Estaba ya al borde del ataque de nervios cuando una pareja que tenía la cena incluida, pero que cenaba fuera, me donó sus cenas para que dejaran de acosarme. Entonces llamé al contacto de emergencia de la agencia, que me dijo que lo iba a solucionar y que al día siguiente no habría ningún problema. ¿Adivinas qué me dijeron al día siguiente? Que no tenía la cena incluida. Y el contacto de emergencia no me cogió el teléfono ni respondió a los mensajes. Mujer sola en país peligroso, y el contacto de emergencia pasando de mí. Nivel de seguridad, ninguno. Monté un pollo impresionante y al final me dejaron pasar a duras penas, pero ya no me quité el miedo a que intentaran cobrarme. A otra pareja del grupo, que había contratado con otra mayorista, les pasó lo mismo.

Nuestro guía no se quedaba atrás. No solo es que hiciera todos los chanchullos del mundo y que nos estafara con algunas actividades, como por ejemplo cuando nos cobró 10€ por veinte minutos de experiencia en camello que se convirtieron en diez minutos y que, luego descubrimos, era una actividad que valía 5€. Es que, literalmente, se quedó con dinero mío y se escaqueó sin pagarme. Me engañó para que pagara la excursión de Menfis y Saqqara con almuerzo, aunque yo ya tenía el almuerzo incluido, y, cuando se lo hice notar, me dijo que me devolvería el resto cuando supiera cuánto costaba el almuerzo. Por más que le insistí, no volví a ver mi dinero. Aunque al menos no me estafó con la tarjeta SIM, como a otras viajeras, que se quedaron sin el dinero y sin internet.

Además, no hay hojas de reclamaciones en ningún lugar. Ni en hoteles, ni en aeropuertos, ni en ningún lado. Y, si las hay, son un folio impreso, sin copia, que no sirve para nada.

Los souvenirs

Para ellos, el regateo es casi religión. Así que, vayas donde vayas, te dirán precios abusivos para comprar cualquier mierda. Tú tienes que ofrecer cosa del 10% y desde ahí la cosa evoluciona hacia un precio más razonable. Razonable para ti, para ellos, una ganga. 

Os voy a dar precios orientativos. Pagué el equivalente a 15€ por una arraba (un instrumento musical de dos cuerdas con arco) que, al día siguiente, en el pueblo Nubio, los compañeros compraron por 3€. Algunos intentaban venderte un marcapáginas a un euro, pero puedes conseguir diez por ese precio. Con los monederos, ídem, puedes conseguir 20 por 5€. Y los imanes puedes conseguirlos por una miseria.

Pero, si quieres souvenirs, aquí está el truco. Nunca compres en las tiendas de esencias o papiros en las que obligan los guías a ir a todo el grupo, van a comisión y son carísimas. Si tienes ocasión de ir al bazar de Khan El Khalili, en El Cairo, pasa de todos los puestos y localiza una tienda que se llama Jordi. Esa, y la de al lado, tienen precio fijo, pero muy, muy barato. Hay cola siempre, pero merece la pena. Camisetas a 2,5 o 3€, las cajas de nácar que intentaban venderme a 45€ por algo más de 10€, los papiros que tienen un precio desproporcionado por apenas 1€… Te tangan, como mucho, alguna libra con el redondeo, pero sale a cuenta. Y te ahorras los agobios, el acoso y los intentos de estafa.

Cuando volvíamos al bus, con las bolsas de Jordi, no paraban de gritar «Jordi es un cabrón» (hablan español muy bien para lo que les interesa), pero a lo mejor lo que deberían hacer es aprender de Jordi y dejarse de tanta tontería. Los nativos te estropean el viaje, en serio.

Prepárate para pasar calor

Más del que dice Google. Las temperaturas que sufrimos eran mayores de las que decía el buscador, y no estoy hablando de unos pocos grados. A finales de septiembre, estábamos a más de 40º. 

Cuando entras a las tumbas del Valle de los Reyes y a algunos templos, es aún peor. Increíble, pero cierto, dentro aún hace más calor. Imaginad cuánto haría, que salías a un exterior a 40º y sentías que hacía fresco.

Prepárate para no dormir demasiado

No es que no hubiera manera de dormir 8 horas, es que te tenías que dar con un canto en los dientes si lograbas dormir 5. Pensé que sería solo el día de Abu Simbel, donde, por distancia, tienes que levantarte a eso de las 3 de la mañana… Pero no, casi siempre se cenaba tarde y tocaba un madrugón infernal, pero no había muchas posibilidades de saltarse la cena porque tenían que decirte la hora de levantarte al día siguiente… Para alguien con fatiga crónica, como yo, fue un auténtico reto. 

Frustraba, especialmente, por la mala organización. Si te han hecho levantarte tan pronto, fastidia mucho que el autobús llegue tarde. Muy tarde. Aunque claro, fastidia más que tengas que tomar un avión y que el bus se presente dos horas tarde…

Y, a pesar de todo…

No me arrepiento de haber hecho el viaje. No solo porque he tenido la suerte de conocer a gente estupenda, con la que formamos un grupo fantástico, sino porque es un país maravilloso.

Sí, Egipto es maravilloso. El problema son los egipcios. Pero ¿el país en sí? Una auténtica maravilla. No lo digo solo yo, que soy una friki de la egiptología y he hecho varios cursos, leyendo cientos de libros y papers sobre el tema. Seas quien seas, ver esas obras gigantescas de más de 5000 años impresiona mucho. Es, simplemente, alucinante. Y precioso.

La historia que hay detrás de esos lugares es, también, magnífica. Vale que yo sé mucho y pillé a nuestro guía en varios deslices y en cosas que directamente se inventó, pero cualquiera que no supiera mucho sobre la historia de Egipto sin duda se quedaba encantado con lo que contaba. Yo desconecté de lo que decía la mayoría de las veces para que no me contaminara cinco años de documentación, pero los demás no parecían nada aburridos de las explicaciones.

Así que no, a pesar del mal trato recibido, del catarro y la gastroenteritis, del calor, del miedo que pasé muchas veces y del cansancio, no me arrepiento de haber ido. 

¿Volveré? En esas condiciones no. Si tuviera mucha pasta, lo haría con un guía y chófer privados, eligiendo las excursiones (me quedé sin ver la tumba de Nefertari, y muchas visitas se me hicieron cortas) y los horarios. Pero un tour organizado como ese, vista la mala organización, no. Definitivamente, no volvería a pasar por eso ahora que ya he visto buena parte de lo que tenía que ver.


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Un comentario Agrega el tuyo

  1. jose dice:

    Que lástima que hayas tenido esa mala experiencia en un lugar tan fascinante como Egipto, de todas formas tus experiencias son comunes a determinados países, a nosotros nos ha sucedido en algún viaje, no precisamente en Egipto sino en Cuba (el primer viaje) y es cierto, que resultan cansinos y transforman tu idea del lugar.

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